martes, 31 de agosto de 2010

El Ternero Cebado


Quizás tú seas uno de tantos que llevan tiempo buscando a Dios sin saberlo. En ese caso tengo grandes noticias para ti: Cristo te espera.
A lo mejor la vida te ha hecho desconfiar de Dios, que lo creas autor de tu mala suerte y responsable de tu odio por el mundo. Es posible que lleves una herida en el alma que te ha transformado en su ser huraño, melancólico, en una cadáver que viaja de pie, sin reposo y sin tregua buscando ansiosamente la tumba en la que descansar. Puede que estés huyendo de tu propia sombra, que nunca te alcanza pero al mismo tiempo nunca deja de perseguirte. Puede que detrás de ti se esconda algún fracaso sentimental, una mujer que te abandonó o un amor al que no supiste querer. Puede que el rencor sea el único vínculo que ahora te une a los que antes amabas, que te pases el día ideando mil formas de venganza, planeando mil trampas en las que caerán aquellos que te hicieron daño: el empresario que te despidió, el amigo infiel, el vecino con el que te has fajado a puñetazos. Rompe con todos esos lazos que te esclavizan: Cristo te espera.
A lo mejor posees un alma aventurera que te haya llevado a recorrer mil caminos que no llegan a ninguna parte. Es posible que tu corazón inquieto haya creído encontrar la felicidad en cada tarea emprendida, con cada nuevo proyecto en que te embarcaste, en cada negocio que abriste o en cada puerta que cerraste. Puede que ya estés harto de dar vueltas sin rumbo, de vagar sin destino, de los portazos que te dieron en las narices, de tantos sueños rotos, de tanta colección de fracasos. Deja ya de buscar una felicidad comprada: Cristo te espera.
A lo mejor sólo eres un esclavo de esta sociedad, comprado con dinero, con placer, con sexo, con promesas de éxito y ansias de lujo, y debas vivir el resto de tus días encadenado a los ídolos a los que venerabas. A lo mejor un día, frente a una copa de güisqui, quisiste ahogar una lágrima y ahí empezó la condena que ahora empozoña tu aliento, agita tus manos y te tiene el hígado destrozado. A lo mejor una vez echaste, por sofocar la insoportable voz de tu conciencia, unas monedas en una máquina tragaperra, y ahí comenzaste a perder el control de tu vida. Fue el primero de tantos días en que te gastaste el sustento de tus hijos, de tantas ocasiones en que tuviste que pedir prestado para tranquilizar al monstruo que te arrastraba hasta tu vicio, hasta que empezaste a alejarte de tu mujer, de tu familia, hasta que perdiste tu empleo, tu casa, tu dignidad. Aún estás a tiempo, Cristo ha venido a dar a los cautivos la libertad.
A lo mejor crees que tu pecado no tiene perdón. Es posible que seas un embustero, un estafador, que con tus encantos has engañado a gente confiada, que les has levantado sus ahorros y les has dejado en la ruina. A lo mejor eres un adúltero compulsivo, un mujeriego que te has enfangado de cama en cama creyendo que, tras el umbral del sexo, se hallaba el paraíso y sólo has hallado el vértigo y la náusea. A lo mejor eres un asesino y has matado. Puede que seas responsable de abortos, de eutanasias, puede que tus manos se hayan manchado de la sangre de inocentes. Puede que hayas bajado al infierno ha adorar a Satanás, que hayas consagrado alguna misa negra, que le has alabado con el espiritismo. A pesar de todo ello, aún estás a tiempo. Cristo no ha venido a salvar a los justos sino a los pecadores, y tú eres uno de ellos.
Jesús te espera. Lleva mucho tiempo aguardando por ti. Tiene la mesa preparada y una silla vacía reservada para ti. Él será el que te sirva, el que llene tu copa, el que colme tu plato, el que te agasaje, el que se fundirá contigo en el abrazo del Padre bueno que, desde siempre, ha dispuesto el ternero cebado para festejar el regreso del hijo pródigo.