
Yo
sólo soy un pobre diablo y declaro bajo juramento que no tengo la conciencia
tranquila. Me acusa y me atosiga a toda hora. Me desvela las mejores horas del
sueño para recordarme un mal gesto o una mirada de encono. Me acusa cuando no
doy por no hacer la caridad; me causa cuando doy porque entrego poco; me acusa
cuando dono mucho porque quizá mi mano izquierda se ha enterado que lo hizo la
derecha. Me critica cuando rezo porque oro mal, me acusa cuando me siento ante
la tele porque son horas que se las robo a Dios. Me acuso cuando hablo y tengo
que callar, y cuando guardo silencio y debería haber hablado. Me señala con el
dedo cuando me recreo en el chisme, cuando hago leña del árbol caído, cuando me
dejo amontonar las facturas sin revisar ni archivar, cuando dejo que la salsa
de los espaguetis se pegue en el fondo de la cacerola, cuando dejo para mañana
la llamada de ánimo que está esperando un amigo enfermo, cuando no visito al
preso ni consuelo al enfermo, cuando miro al pobre no con los ojos de Cristo,
sino con la mirada del soberbio.
Bendita
sea mi conciencia que se pasa la vida acusándome y acosándome. Dios quiera que
me persiga hasta el fin de mis días porque entonces estaré a tiempo de la
conversión y de la salvación. Los que pregonan que tienen la conciencia
tranquila sólo la tienen dormida, o, en el peor de los casos, ya está muerta.
Por eso duermen a pierna mientras los hijos se pegan al televisor o se
enganchan a la pornografía hasta altas horas de la madrugada. Por eso el
funcionario se cree en el derecho de sustraerle al Estado su tiempo y su
esfuerzo; por eso el café sabe más a agua que a café, las carreteras no
terminan de arreglarse nunca y el contratista es cada vez más rico haciendo
cada vez menos.
La
conciencia no es otra cosa que la voz de Dios. Pero el Señor habla muy bajito y
debemos agudizar mucho el oído para poder escucharle. Los que la tienen
tranquila hace ya mucho tiempo que le ha tapado la boca a Nuestro Señor a base
de engaños y fraudes, de promesas incumplidas y de pecados no redimidos, y,
mientras nos pasemos por la casa en babuchas y albornoz ajenos al dolor de la
humanidad, a Dios le hemos escondido en el desván con los brazos y las piernas
atadas, y en la boca una mordaza para que no nos recuerde los malos pasos que
estamos dando.
Yo lo que creo es que a todos esos lo que les pasa es que no tienen conciencia o tan dormida que no hay quien la despierte.
ResponderEliminarGracias a Dios por los remordimientos que sin deformar nos llevan al arrepentimiento.
Un beso.
veo que me has enlazado con el blog "Con Sin Nada" pero el que llevo más al día es "De Dentro", //Loreto1945-Militos.blogspot.com/
Que entrada tan hermosa...tan profunda.
ResponderEliminarLe pido todos los dias a Nuestro Senor ,que me duela hasta el mas minimo mal gesto que yo le haga a mi projimo.
Mil bendiciones.
He tenido un flash back o creo que antes ya habia copiado parte de esta entrada para alguna de las mías o para un escrito que he remitido a otra persona. Como me resulta conocida solo puedo decir lo que pense cuando la lei la primera vez, Gracias de otro pobre diablo que tampoco tiene la conciencia tranquila
ResponderEliminar¡Muy bueno! Tampoco a mí la conciencia me deja tranquila. Desde muy chiquitita tengo recuerdos de haber sido amonestada por ella, exhortada a mejorar, reparar, desinstalarme... a despertar. A dejar atrás egoísmos y mezquindades, en definitiva a renunciar a mísma, tomar mi cruz y seguirlo.
ResponderEliminarPues yo tengo cosas de que arrepentirme pido perdon a dios y a quien aya lastimado . En el llevo lo q hice pero no puedo cambiarlo espero descansar un dia de esto y ser una mejor
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