
Yo conozco una Iglesia que madruga
en miles de monasterios para cantarle y rezarle a Dios con cantos y alabanzas,
que cuando otros duermen sus sueños de plata y de fama, ella está al pie del
enfermo que sufre, del pecador que agoniza, que lava al leproso y viste al
desnudo, que visita al preso y lleva consuelo a la viuda. Yo conozco una
iglesia de cientos de miles de sacerdotes honestos que oran y laboran desde el
canto del gallo hasta la medianoche, que parten el pan de Cristo y lo reparten
a los hermanos, que enjuaga las manchas de tantos pecados y suelta las cadenas
de tantos pecadores.


Yo conozco una Iglesia que sufre
como nadie con el mal ejemplo de los cristianos deshonestos. Que ha aprendido a
vivir con ellos desde que Judas traicionó al Maestro, pero que sabe que no se
puede arrancar la cizaña sin extirpar también el trigo, y dos mil años de
siembra dan para muchas y muy buenas cosechas: la de Benito de Nursia y sus
monjes copistas que salvaron la cultura antigua, la de san Francisco y santo
Domingo, la filosofía de Tomás de Aquino, la fundación de las universidades y
el auge de los hospitales, de haber puesto al servicio de la fe la música de Beethoven
y Mozart, la pintura de Velázquez, Murillo y Tintoretto, las esculturas de
Miguel Ángel, la mística de Santa Teresa; la que levantó catedrales hace mil
años y hoy siguen en pie en su adolescencia eterna, la que expandió la
arquitectura gótica y el arte románico; la que consagró a Dios el pincel y la
piedra, las notas y las letras.
Yo conozco una Iglesia que, en
efecto, tiene muchos tesoros. Las prostitutas, los drogatas, los alcohólicos,
los contagiados de sida y malaria, los huérfanos y los sin techo, los
hambrientos y todos los parias de la tierra, los hombres sin patria que les
acoja ni horizonte al que dirigirse. La que recoge con la derecha las limosnas
de los cepillos de las misas –la que cada fiel entrega según la profundidad de
su cartera o la grandeza de su generosidad- y la dona con la izquierda para
pagar alquileres o llenar la despensa de los que lo han perdido todo.

Yo conozco una Iglesia que lleva
diciendo lo mismo desde hace dos mil años, que sigue proclamando hoy lo mismo
que Cristo predicó en los montes de Judea y en las sinagogas de Galilea, que
por ser la institución más antigua, es al mismo tiempo la más moderna, porque ella,
en su peregrinar por el tiempo, ha tenido muchas veces que levantar la pierna
para no tropezarse con los cadáveres de imperios, doctrinas y herejías que
surgieron para vivir, al menos, mil años. Una Iglesia que se aferra a su
doctrina y a sus dogmas porque es el secreto que la ha hecho tan vieja en el
tiempo y tan joven en su presencia.
Ésa Iglesia es la católica, y yo
estoy orgulloso de haber sido bautizado en ella.
¡fantástica entrada!
ResponderEliminarHola, supongo que no me conoces. me llamo Adela y de vez en cuando entro a leer tu blog, me lo recomendo Angelo un dia y la verdad es que me encsanta. Esta entrada es magnifica. Si me lo permites, me gustaria traducirla al Ingles y colocarla en mi Facebook. Me dejas? Un fuerte abrazo y gracias por tus post!
ResponderEliminarHermano Saulo que entrada tan divina.
ResponderEliminarMe lleno de orgullo,de amor,de alegria de saber que pertencemos a la misma iglesia...la amo!!!.
Tan imponente en palabras y obras y tan humilde a la vez.
Un abrazote y milll bendiciones.
Mil gracias!
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