Padre
Ignacio Muguiño, S.J.

Hoy a nosotros, los pequeños
Cristos rotos, nos queda hacer el nuevo milagro de la alegría en este mundo de
tristes; llevar siempre un Magnificat en los labios, heredado de la Madre, y un
Dios de la alegría bien metido en el corazón.
¡Cura! Sin salud, sin plata,
sin coche ni móvil, sin viajes, sin aplausos, sin juergas, sin amores tapados,
ni espacios escondidos…, llevas una orquesta de alegría en tu corazón, de pie,
mirando las estrellas desde donde te habla Dios. Contagias a tu paso esa
felicidad que Dios te da y que no se compra en la tierra.
Cura de Dios, vas curando a tu
paso las penas de todos, y la gente vuelve a creer en los milagros. Todos
quieren saber el secreto de tu alegría, y cómo se llama tu Dios. Los enfermos
sonríen tanto, que hacen reír a los sanos; los pobres buscan a alguien con
quien compartir su pequeño pan; los ricos empiezan a arruinarse entre risas
como aquel Zaqueo, y las víctimas echan el brazo al hombro del verdugo y le
hacen llorar al llamarle amigo, y así hasta mil…, a quienes les recuerdas mucho
al Dios campesino de Nazaret.
A este paso por la tierra le
llaman calle de la amargura. Quisiera cambiar este nombre. Cristo recorrió ese
camino muy golpeado, pero nadie vio odio en su mirada, ni amargura, ni rencor.
Iba mudo, pensando que los que le pegaban eras sus hermanos pequeños, en un mal
día, cuando mataban al que más los quería.
Cura bueno de todos los días,
que a la mañana coges a Cristo en las manos y lo miras con ternura, y al caer
la tarde llevas alguna cruz; no la arrastres entre gemidos, haz de tu cruz una
guitarra y llévala en volandas, y echa al vuelo tu mejor chiste en forma de
cantar y suspirar… Aunque la voz te salga un poco quebrada, harás reír a los
que, con su cruz, te siguen.
Y si alguno, desde la acera, te
dice con burla: «Eres un olvidado de Dios», arráncate con tu mejor canto, que
Dios te hará dentro del alma la segunda voz. Al oír la voz de los dos, saldrá
al camino la mujer única de tu vida, a darte en un beso volado el cariño que
tiene una madre por su cachorro, Santa María.