En un viejo
chiste se cuenta los efectos de probar un nuevo fármaco en ratones: el 33% se curó, el otro terció murió y el
tercer roedor logró escapar. Cuando las muestras no son significativas, los
resultados provocan la risa. La ciencia,
que es esa señora siempre bien vestida y al que todo el mundo invita a su
fiesta por lo importante que hace quedar a los demás, no escapa a las corrupciones de las mentiras,
la propagan y las estadísticas. De ciencia, estadísticas y propaganda va este post.
Tengo un amigo
que afirma que si lográramos encerrar a un puñado de físicos, químicos,
matemáticos, biotecnólogos e ingenieros espaciales en una finca apartada y los
sometiéramos durante semanas a una dieta única de telebasura, saldrían de allí
un puñado de memos con título universitario.
Por eso no me
extraña el resultado de la última encuesta del BBVC: el 47% de los españoles es
partidario de seguir con los experimentos científicos aunque ellos choquen con
cualquier código ético o moral. Luego uno lee cosas que al común de los
compatriotas les parece minucias, como los 50 embriones abandonados en bidones
en los bosques rusos. El aborto es visto como una intervención tan inocua como
estirarse unos pómulos o reparar unas cataratas. La sociedad celebra la
aparición de los bebés medicamentos, esa alquimia siniestra que juega a ser
Dios, concibe embriones en laboratorio, los somete a controles de calidad como
si estuviésemos hablando de muebles o galletas, destruyen a los que portan la
enfermedad que se quiere curar; eliminan también a los que son compatibles con
el hermano enfermo, hasta que después de
muchas intentos de prueba y error, de vaciar las probetas una y otra
vez, dan con el embrión adecuado. En el proceso se habrán quedado muchos embriones
inútiles. Incluso el que tiene éxito lo hará sólo por el valor utilitario que
posee su carga biológica. El resto de los hermanos incompatibles no podrán
ocupar su sitio en la tierra. Pero que se alegre ese 47% con tantas tragaderas
éticas: ya tendremos un hijo a la carta.
Hay en Estados
Unidos clínicas que poseen bancos de óvulos de jóvenes fecundados por donantes
rubios, guapos, de ojos claros u oscuros, de rasgos atléticos, semblante
mediterráneo, y todo un catálogo donde escoger a gusto del consumidor. Es
famosa la historia de dos lesbianas que querían tener un hijo sordomudo como
ellas, y lograron convencer a un amigo sordo congénito cuya familia llevaba al
menos cinco generaciones de miembros sin capacidad auditiva. El resultado fue
tener un bebé que a los cuatro meses presentaba una sordera profunda en uno de
los oídos y audición en el otro.

The
Washington Post informaba en 1915 de un plan de esterilizaciones
masivas de personas defectuosas. La iniciativa recibió apoyo de profesores de
Harvard, Yale o Princeton; financiación de filántropos de renombre; y el aval
científico de la American Association for
the Advancement of Science. Las consecuencias se agravaron especialmente en
un país como la Alemania nazi. El régimen de Hitler se aprovechó de ese
liderazgo estadounidense para sus planes de esterilización forzosa a cientos de
miles de personas.

Conocí a una
joven que fue obligada por sus padres a someterse a tres abortos. Con cada
intervención, la chica caía en una depresión profunda. La respuesta del padre
fue colmarla de regalos. Con la primera interrupción le pagó un viaje, el
segundo fue un coche, con el tercero le obsequió un apartamento. La ética es
aquello que impide que hagamos lo que está mal aunque nadie nos vea. Los
creyentes lo llamamos conciencia moral. Si derribamos ese muro, los científicos
harán lo que les da la gana.
No encuentro respuesta, cuando me pregunto ¿porqué el hombre no aprende de sus errores, de sus monstruosidades, de su ambición de poder?...
ResponderEliminarEl diablo no puede dañar a Dios, pero sí a su obra maestra: ¡El hombre! y parece que no para ni un segundo.
Un abrazo