
Ya no decimos “me
confieso con el padre Enrique”, sino “me voy a confesar con Jorge”. O también: “Hoy
viene Pepe a decir la misa”; “A mi nieto lo bautizó Paco”. Este compadreo son
síntomas de protestantización en el tratamiento que los católicos damos al
clero. ¿O es que acaso es verdad la acusación de los evangelistas de que no
debemos llamar padre a los curas?
“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Maestro”,
porque uno solo es vuestro maestro, y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la
tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os
dejéis llamar “Jefe”, porque uno solo es vuestro jefe: el Cristo”. (Mateo
23, 8-11)
Muchas
veces los errores de interpretación
surgen cuando sacamos las cosas de contexto. No es lo mismo decir: “yo
nunca mataré a un hombre” que
el hermano Saulo dijo: “mataré a un hombre”. En ambos casos, todas las palabras
entrecomilladas están citadas al pie de la letra, pero la primera es la réplica
exacta de una verdad, y la otra es extraer la parte por el todo para
distorsionar y manipular esa verdad.
“El mayor de entre vosotros será vuestro
servidor. Pues el que se ensalce será humillado, y el que se humille será
ensalzado”. (Mt 23 11-12).
Lo
que Jesús viene a decirnos es que no nos creamos superiores a los demás, que
Dios es el único que está por encima y, por debajo de Él, todos somos iguales,
guapos y feos, ricos y pobres, ateos y creyentes. Que en nuestra condición
humana, todos estamos igualados por nuestra naturaleza terrenal y pecadora, que
ninguno de nuestros iguales es más que nosotros, pero tampoco inferiores.

La
misma doctrina luterana de la Sola
Escritura nos sirve para impugnar esa acusación gratuita. En la Biblia, el
término padre lo vemos escrito en muchos pasajes y expresados en diversos sentidos.
En sentido
biológico o de relación padre-hijo:
“Honra a tu padre y a tu madre”. Lc
18,20
“Dijo Isaac a su
padre Abraham: “Padre”. Gen.
22,7
“Dijo: “Un hombre tenía
dos hijos, y el menor de ellos dijo al padre: “Padre…” Lc. 15, 11-12
En el sentido de
amistad:
“Se acercaron sus servidores, le hablaron y
le dijeron: “Padre mío…” 2 Rey
5,13
“… Él me ha hecho a mí un padre para el
Faraón, y señor de toda su casa”. Gen. 45:8)
“Era el padre
de los pobres, la causa del desconocido”. Job 29,16
En sentido espiritual, exactamente en
el mismo sentido por el que se escandalizan cuando llamamos padre al sacerdote:
“Eliseo le veía y clamaba: “Padre
mío, Padre mío”. 2 Rey, 12
“Y, gritando, dijo: “Padre
Abraham, ten compasión de mí”. Luc. 16,24
“Él respondió: Hermanos y padres, presten atención”, Hech 7,2
En las Escrituras, los apóstoles se consideran a sí mismos como Padres en
el sentido espiritual:
“El apóstol Pablo dijo: “A Timoteo, hijo
querido. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús
Señor nuestro”. 2 Tim 1,2
“Les
saluda la que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos”,. 1 Pe 5,13
“Os escribo a vosotros, hijos
míos”. 1 Juan 2,2
“Hijos míos, es la última
hora”. 1 Juan 2,18
Hay
muchas otras citas, pero con que sólo
hubiésemos hallado una, la impugnación protestante quedaría invalidada.
No
nos avergoncemos de llamar padres a nuestros sacerdotes porque se lo estamos diciendo al mismo Jesús.
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