Hace algún tiempo, el padre Fortea en su blog
contaba que el sacerdote canadiense donde se hospedó durante una visita a aquel
país, era un antiguo judío que se convirtió al cristianismo cuando,
casualmente, entró en una iglesia para buscar a un amigo. Fortea no dio más
detalles del hecho, pero esta historia me suena.
El Padre Ángel Peña, agustino recoleto, es un
divulgador incansable de la fe católica. En uno de sus libros, cuenta así la
historia de una joven judía cuando era alumna de un colegio de religiosa:
“Un día cuando tenía 11 años, una amiga del
colegio me invitó a entrar a la capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento
y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una fuerte claridad que
allí en el sagrario, que yo llamaba “caja”, allí estaba Dios. No sabría
explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas
que visité”.
Actualmente, Sor María del Carmelo es religiosa
contemplativa en un convento de Inglaterra.
Elizabeth
Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió a la Iglesia católica
por la Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en Italia, regresó a Nueva
York y buscó la paz en su propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una
silla de su iglesia, desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia
católica, y mirando el altar vacío de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente
en el Santísimo de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir amor a
Jesús Eucaristía, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su
conversión.
Grazia, una joven italiana cuenta cómo fue su
conversión:
“Soy una estudiante. El año pasado estuve
viviendo en el centro de Urbino, en un lugar donde reina el caos, la falta de
respeto, gritos continuos, tanto durante el día como por la noche y tratar de
estudiar y aún de vivir normalmente era imposible.
“Estaba obligada
a salir para estudiar. Sentía en mí un malestar y buscaba un lugar donde
pudiese gustar de un poco de silencio. Volviendo de las vacaciones de Pascua y
retomando la búsqueda de ese lugar, en uno de mis paseos, veo un edificio de
ladrillos, como tantos en Urbino, y una grada. Subo entonces los escalones de
aquella que inicialmente no me había parecido una iglesia. Encuentro un cartel
con la escritura “Aquí se tiene adoración perpetua”.
“Abrí
la puerta y apenas entré comprendí claramente que el lugar que tanto buscaba
era propiamente ése. Había encontrado un oasis de paz donde podía saborear el
silencio y la comunión con Dios. Después de aquella primera vez comencé a ir
frecuentemente a la iglesia de Santo Spirito donde sentía que mis malestares
desaparecían y me encontraba con la serenidad y la paz del corazón".
En
Sevilla, un médico agnóstico sintió
la curiosidad de saber qué ocurría en aquella capilla, la de san Onofre, por la
que transitaba tanta gente y que además estaba abierta día y noche, y de algún
modo fue interpelado y quiso comprobar personalmente qué era eso de la
adoración perpetua. Ahora se levanta todas las mañanas media hora antes para
permanecer en silencio frente al Santísimo. Cristo, a través de su presencia
real en la Sagrada Eucaristía lo ha llamado a la fe.
James J.
Pitts había sido pastor presbiteriano durante veinticinco años. En una
ocasión fue a hacer un retiro espiritual al monasterio benedictino de Nuestra
Señora de Guadalupe, en Nuevo México.

Un oficial paracaidista francés, que había estado en la
guerra de Vietnam y había perdido la fe, al final de la guerra de Argelia tuvo
que volver a Francia y se dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su
destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de
Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de cortesía a la Virgen.
Entró en la basílica subterránea y vio que Jesús Eucaristía estaba expuesto. Se
acercó a las primeras bancas e, inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa
oleada de amor de Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y, después, subió a la
colina para hacer el viacrucis. Aquella noche llegó a su destacamento
transformado. Ahora es un monje trapense.
En todos los casos, Jesús se hizo el encontradizo para
esas personas. Él les proporcionó el pretexto para que pisaran la iglesia, aun
en contra de su voluntad.
En estas historias vemos casos de gente sin fe, de otras
bautizadas que la habían perdido o se mostraban frías; judíos que jamás antes
habían pisado un templo, y protestantes que nunca hasta ese día habían sentido
la tentación de abandonar su antiguo credo, fuera episcopaliano o
presbiteriano.
Cuando Jesús nos abre las puertas está dispuesto a hacernos un
traje a medida. Lo seguiremos comprobando en los siguientes días.
Antes de mi tecito o cafecito en la manana!...su blog Hermano Saulo.
ResponderEliminarEs mi desayuno.
Un abrazo y milll bendiciones.
Cuando entro en la intimidad del Sagrario, siempre me ocurre lo mismo. Pierdo la noción del tiempo, no ha sido así siempre. Antes entraba y era una maquina de reprochar, o pedir, o incluso juzgar mentalmente a los que como yo estaban allí frente a Jesucristo.
ResponderEliminarRecuerdo que cuando los médicos me dijeron que el cáncer de Pepe (mi esposo) no tenia arreglo, me rompí por dentro de tal manera. Solo podía decir, Señor Tú le diste, Tú me lo quitas, Tú sabes más que yo. Corri al sagrario como quien huye de un bombardeo a un bunke y al entrar había gente pero solo fui consciente mientras entraba. Algo pasó aquel dí, fue la primera vez y ha seguido siendo igual. No importa la retahíla que yo lleve por el camino con el Señor, ni lo que acontece en mi vida. De pronto paso la puerta de la capilla del Sagrario y entro en otra dimensión. No sufro, no oigo, no veo, no siento nada a mi alrededor, ni dentro de mi, ni bueno ni malo. Solo un silencio infinito que que no se explicar pero se que es Dios.
Un abrazo.
Voy a leer la de hoy.