
Pensamos
en ellos y pronunciamos sus nombres, reconocemos sus rostros y sabemos de sus
vidas. Pero a veces el pecador es anónimo. No sabemos quiénes son, en dónde
viven, cuál es la atadura que les atrapa. Desconocemos dónde y cuándo Dios les
liberará de las cadenas que les encarcelan, pero estamos seguros que, de una
manera paciente y misteriosa, Jesús está tocando sus corazones, transformando
sus conciencias y, animado por la tenacidad de nuestros rezos, sus almas
esclavas serán lavadas con la sangre de Cristo.
De
vez en cuando nos llegan noticias de conversiones espectaculares. En Estado
Unidos en los últimos meses, dos activistas gays fueron tocados por Jesús y
ahora predican contra la vida homosexual a la que tanto sirvieron. Silvestre
Stalone regresó a la Iglesia .
Hace ya algún tiempo, en Méjico, Eduardo Verastegui, después de tenerlo todo,
Cristo le hizo ver que no poseía nada sin Él, y ahora aplica de su talento
artístico para llevar el Evangelio a otros muchos. A veces hay anuncios de
conversiones que nos hacen saltar de alegría como las de grandes médicos abortistas
como el doctor Nathanson, o la de la ex actriz del porno Jennifer Case que
ahora va proclamando las perversiones de la industria cinematográfica a la que
durante tantos años sirvió.
En
Francia y Bélgica, dos naciones fuertemente secularizadas, un buen grupo de
escritores e intelectuales han recuperado o encontrado la fe por primera vez y
se sienten orgullosos de manifestarlo. De vez en cuando oímos cómo los
seminarios son ocupados por antiguos adoradores de los becerros de oro
modernos, ex budistas o viejos drogatas
recalcitrantes que, hartos de una felicidad falsa, han acabado su camino donde
lo empezaron muchos años atrás.
Pero
la conversión de los famosos son los chispazos cegadores que nos hacen volver
la vista hacia lo alto atraídos por los fogonazos y los colores que estallan en
el cielo. Pero los convertidos anónimos, los que un día son rescatados de sus
cárceles espirituales y se reintegran a la fe y a la Iglesia , son infinitamente
mayores en número. Ésa es la respuesta a nuestras oraciones, es la manera que
el Señor nos dice.
-“Ese
hijo por el que llevas orando tanto tiempo, aunque no le conocías, ya está en
casa”.
Por
eso, sin tregua, sin cansancio, sin dejarnos abatir por las dificultades,
sigamos diciendo en nuestras plegarias: “Jesús, Buen Pastor, sigue recuperando
las ovejas que se han perdido”.
Que linda entrada,siempre que entro a tu blog quedo con un sabor a Paz impresionante.
ResponderEliminarBendiciones.