
¿Qué
es lo que hizo esta anciana octogenaria a cargo de un hijo impedido para que
fuese condenada a pena de telediario? ¿Robó a punta de pistola alguna sucursal
bancaria? ¿Huyó con el dinero del cepillo de la iglesia? ¿Cometió alguna estafa
financiera? ¿Descargó sobre algún asilo una ráfaga de metralleta? Su enorme
pecado mortal, por el que su cara y su nombre han sido crucificados en los
platós de medio mundo, fue el intentar restaurar –con escaso gusto y menos
pericia- un retablo de dudoso valor artístico colgado en el monasterio de su
pueblo.
Es
muy probable que la viejecita lleve toda su vida entrando y saliendo de la
iglesia, arreglando flores, limpiando los suelos o lavando las ropas
litúrgicas. Miles de veces se habrá arrodillado para rezar una plegaria por los
suyos y por los otros, por el hijo minusválido y por la paz del mundo. Habrá
llevado una vida recogida y austera, de trabajo, oración y vida familiar
haciendo el bien de una manera discreta y cristiana. Pero ahora, de la noche a
la mañana, se ha convertido en el centro de la diana en la que todos los
graciosillos del mundo les lanzan sus pedorretas groseras y sus chistes del mal
gusto. ¡Tuiteros del mundo, uníos: hay una anciana en el plató del club de la
comedia!

Desconozco
cuál es el mecanismo por el que un suceso anecdótico como éste se convierte en
noticia bomba y por qué en otros casos acontecimientos objetivamente
trascendentes pasan desapercibidos. De lo que estoy convencido es que ello no
tiene una explicación inofensiva. Esos periódicos de medio mundo que han
colgado en sus páginas la foto de Cecilia porque ha cometido un desliz de
aficionada con buena voluntad, son los mismos que silencian que en Siria hay
unos dos mil cristianos refugiados en un monasterio, tiroteados día y noche,
sin comida ni agua. Son los mismos que no le dedican ni dos líneas a la matanza
casi diaria de cristianos en Nigeria. Los que callan por la persecución religiosa
en Asia y no se escandalizan al saber que una niña de once años, con síndrome
de Down, podría ser condenada a muerte por blasfemia.
La
auténtica blasfemia, el verdadero sacrilegio no es el artístico que cometió
Cecilia, sino la de esos tuiteros tan simpáticos que se han llevado las manos a
la cabeza por la restauración libre
de la viejita y han aprovechado la visita para colgar montajes blasfemos sobre
el Ecce Homo insertando de matute, en
lugar del rostro de María, caras de chimpancés, hombres elefantes o
extraterrestres. La auténtica blasfemia
son las de todos esos que se han apresurado a coger la carretera y peregrinar
hasta el remoto pueblo de Cecilia, a fotografiarse con menos ropa que vergüenza,
junto a la imagen retocada.

Mientras
Cecilia Giménez ha sido condenada, sin juicio previo ni abogado que la
defienda, a una semana de pena de telediario, en el sur de España un puñado de
utópicos de alpargata recorren pueblos
asaltando supermercados, ocupando ilegalmente fincas y hoteles, o
aterrorizando a empleados de banca. Cuando llegan a los pueblos, esos
descamisados son recibidos bajo palio como si fueran los héroes del día de la
victoria. ¡Qué valiente es burlarse de una vieja! Y qué heroico es aplaudir a
los rateros de supermercado.
¡Felicidades por el post! En el año de la fe que está apunto de comenzar, tendremos algunos de estos númeritos mediáticos.
ResponderEliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCuriosamente la primera vez que vi la famosa imagen pensé que era un chiste de algún graciosillo. Cuando vi la noticia, vi al graciosillo en si, hay que ver que bien la lia el demonio y sus súbditos.Todo lo que se ha montado. Yo pensé como tú, me paré a pensar en cuanto bien habria hecho esa mujer en el cuidado y al servicio del templo y en lo que se iban a fijar nada más. Venga ya, si se puede restaurar todo, hasta lo que esta señora ha hecho. ¿porque nadie dice eso? Yo siento vergüenza ajena pero no por la señora, sino por la manada de hienas en que nos estamos convirtiendo. Yo ya no lo veo como los gamberros de la última fila, las hienas seguramente tienen mejores sentimientos.
ResponderEliminarPerdona si soy un poco bruta escribiendo, pero es que me indigno.