En el metro de
Madrid, un tiempo atrás un anuncio promocionaba la Lanzadera del Parque de Atracciones con un lema demoledor: “Nunca pensaste llegar tan alto. Nunca
creíste caer tan rápido”.
A
diferencia de los Testigos de Jehová, mormones y evangelistas, los católicos –a
excepción de los grupos entusiastas como los kikos- no vamos por los domicilios para que la gente se convierta a
nuestro credo. Así Cristo se nos acerca despacio, como distraído, se hace el
encontradizo, toca a la puerta de nuestra casa, no con el ímpetu de un vendedor
de aspiradoras, sino disfrazado del repartidor del pan, del cartero o del
fontanero que viene a liberar un desagüe. Y si no nos atrevemos a abrirle, sabe
permanecer en el rellano sin dejar de sonreír ni perder la compostura,
aguardando bajo los aguaceros del otoño o los rigores de agosto a que le
dejemos pasar. Cuando nos damos cuenta, no sólo le hemos abierto la puerta de
nuestra hogar, sino que le tenemos sentado en el sofá del salón y toma té y
pastas con nosotros, y ya no queremos que se marche nunca porque ese huésped
inesperado se ha convertido en el amo de nuestra vida.
Lo
curioso es que Jesús no tiene siempre la misma receta ante el mismo problema,
sino que actúa de distinta manera como distintos son los tipos de pecadores a
los que quiere convertir. En ocasiones, nos cambia lentamente, como un seductor
paciente y tenaz que no se desanima ante nuestra indiferencia, y nos persigue
allá donde vamos, en el ruido de la fiesta y los días de vino y rosas, y
también en los momentos en los que nos tambaleamos sobre la delgada cuerda de
un trapecista, en los tiempos de tristeza y desesperación, cuando los amigos se
han marchado todos, cuando ha cesado el ruido de los aplausos y el eco de los
reconocimientos, y nos hemos quedado a solas con nuestra miseria. Si abrimos
los ojos y nos fijamos, el único que ha permanecido es Él, en algún rincón de
la sala está esperando a que le hagamos un señal para salir a nuestro encuentro
y abrazarnos.
Otras
veces el Señor sabe que la única forma de hacernos despertar es sacudiéndonos
un par de bofetones que nos hagan despertar. Un ladrillazo lanzado cuando
estamos en plena carrera que nos derribe del caballo y nos haga parar en seco.
Como a San Pablo. Y de eso quería hablarles yo en una serie de artículos sobre
la conversión tumbativa o fulminante.
Las dos manos de Cristo
El Padre Ramón
Cué, SJ., en su obra Mi Cristo Roto
explica muy bien la forma de pescar náufragos que tiene Nuestro Señor:
“Para
conquistarnos dispone Dios de dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos tácticas.
La mano derecha es clara, abierta, transparente, luminosa. La mano izquierda
busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene prisa, si es
necesario actúa a distancia y finge la voz, pero, aunque izquierda, no es maquiavélica
ni traidora, porque la mueve el amor.
Para cada alma Dios tiene dos manos, pero
las emplea de modo distinto porque todas las almas son diferentes. Con la
derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista,
a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas...
Para conquistar a Pedro, a Pablo, a
Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la izquierda.
Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la izquierda, busca
un disfraz y se trueca en rayo, en bala, trata de ser freno que nos detenga,
quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si
logra ablandar nuestros corazones. Sus recursos son infinitos, hoy la disimula
con modernos y actuales disfraces, es el ser más actual...”
El conde de Bruissard
se convirtió al instante cuando vio sonreír a Bernardette porque en ella
descubrió a Jesús. Micaela, de la Comunidad Nuevo Horizonte, que durante años
coqueteó con el espiritismo y el satanismo, sufrió una conversión fulminante
cuando la persona a la que iba a matar le dio un abrazo. Otros sintieron la
caricia de Dios en misa, en el momento de dar la paz y en el contacto con la
mano de un hermano. En ocasiones es una voz interior la que urge a entrar en la iglesia, o es Cristo que,
sin dejarse ver, se hace presente en la vida de personajes como el filósofo
García Llorente o del guitarrista Narciso Yepes, de una forma inesperada y
misteriosa, pero con tal fuerza, que les cambia el destino para siempre.
El filósofo italiano
Federico Sciacca, en su obra El Ateo
escribe:
“Dios es siempre despiadado con los ateos. Los persigue. Yo no sería
ateo si Él no existiese”.
Parece que Dios
siempre tiende la misma trampa y el hombre cae una y otra vez en ella, como en
un juego de niños. Ya nos advierte San Agustín que “el Dios que te creó sin ti no puede salvarte sin ti”. Tania, una
joven cubana, es hija de padres que abandonaron toda práctica religiosa tras la
revolución castrista, y nunca recibió instrucción religiosa.

Para Tania, el autobús
fue ese potro de acero desde que aquella tarde, su ateísmo cayó a tierra cegado
por una tan deslumbrante como inesperada.
La gracia de saberlo ver en el prójimo, nos ayuda a entender mejor la pasión con la que vino a transmitirnos el mensaje evangélico.
ResponderEliminarUn abrazo
Tu pots es muy bueno y reflexivo. Lo unico que no compartó es lo de Kikos- entusiastas. Pues no se en que sentido lo dices hermano Saulo. Nos llaman kikos y otros grupos nos marginan convencidos de que seguimos a Kiko, yo por lo meno solo sigo a uno a Jesucristo y el valor del magisterio y la palabra del sacerdote, aunque no sea del camino, para mi es la ley porque asi lo dejo dicho el Maestro.Como en todos los carisma de nuestra madre la iglesia, hay personas que se confunden y se apegan a ideas equivocadas. Yo sigo a Jesucristo dentro del camino neocatecumenal y cuando salgo a la calle en mi cabeza no llevo en absoluto la idea de vender mi credo, y menos imponerselo a nadie.
ResponderEliminarCuando tenia 16 años una tarde iba a paso ligero con una idea muy clara en mi cabeza y buscando lo que necesitaba para hacer lo que tenia en mente. Pasé por la puerta de la parroquia y vi el gigantesco cartel que suele anunciar las catequesis. Algo que muchos ven desorbitado y peliculero, por que te tira la casa por la ventana en anunciar y los carteles son grandisimos, por lo menos los de mi parroquia. Pues desde ese inmenso cartel Dios atrajo mi atención, ahora con la experiencia vivida y los años, se que solo Él podia sacarme de donde yo iba metida y de mi pensamiento.
Amigo que nunca falla, Jesucristo te está esperando para tener un encuentro contigo.
Aquella frase me dolió tanto que casi no necesito hacer lo que iba organizando mentalmente.
Tres calles más abajo un grupo de personas cantaban canciones con guitarras y otros intrumentos, mayores, jovenes y muy variopinto el grupo y sí, tenian un estusiasmo especial. me quede como ignotizada, alli frente a ellos, escuchando lo que sus cantos decian. Muchas personas pasaban y se reian, insultaban... Yo me quedé hasta que terminaron, tenia la vista clavada en la cruz. No era una cruz como las que yo conocia. Era una cruz relplandeciente, llena de Gloria y Poder, así lo senti entonces sin tener ni puñetera idea de lo que significaba. Entonces le oi en mi cabeza hablar, y me dijo: Ven, conoceme, y nunca más volveras a sentir esto porque yo voy a estar contigo al fin de los dias.
Ese dia me volvi a casa y no a la nave donde tenia preparado el material con el cual tenia claro pasar a mejor vida. Y Él sigue cumpliendo su palabra.
Cuando salgo a la calle, tanto si cantocon mis hermanos en un lugar publico como si tengo que llamar a las puertas. No es entusiasmo lo que llevo, me cuesta hacerlo, porque aún temo la persecución, el juicio de los demás y las burlas. Lo hago por gratitud, porque en lo poco bueno que tengo y puedo dar a los demas una de las cosas es esa, mirar a la cara a la gente y decirle: Jesucristo te está esperando para tener un encuentro contigo, conmigo lo tuvo y me salvó. Si quieres comprobar que te digo la verdad ven y lo verás. Y no digo nada más porque todo lo demás sobra. Dios respeta la libertad del hombre, pero también se sirve de trastos como yo para decir al muerto de sed: ven a conocerme.
Perdóname si es extenso mi comentario, pero es mi experiencia en el Señor y en el anuncio de su mensaje y creo importante compartirla.