jueves, 30 de agosto de 2012

Entró en una Iglesia por casualidad (1)



Hace algún tiempo, el padre Fortea en su blog contaba que el sacerdote canadiense donde se hospedó durante una visita a aquel país, era un antiguo judío que se convirtió al cristianismo cuando, casualmente, entró en una iglesia para buscar a un amigo. Fortea no dio más detalles del hecho, pero esta historia me suena.

El Padre Ángel Peña, agustino recoleto, es un divulgador incansable de la fe católica. En uno de sus libros, cuenta así la historia de una joven judía cuando era alumna de un colegio de religiosa:

“Un día cuando tenía 11 años, una amiga del colegio me invitó a entrar a la capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una fuerte claridad que allí en el sagrario, que yo llamaba “caja”, allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité”.

Actualmente, Sor María del Carmelo es religiosa contemplativa en un convento de Inglaterra.

Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió a la Iglesia católica por la Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en Italia, regresó a Nueva York y buscó la paz en su propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una silla de su iglesia, desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia católica, y mirando el altar vacío de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente en el Santísimo de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir amor a Jesús Eucaristía, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión.

Grazia, una joven italiana cuenta cómo fue su conversión:

“Soy una estudiante. El año pasado estuve viviendo en el centro de Urbino, en un lugar donde reina el caos, la falta de respeto, gritos continuos, tanto durante el día como por la noche y tratar de estudiar y aún de vivir normalmente era imposible.

          “Estaba obligada a salir para estudiar. Sentía en mí un malestar y buscaba un lugar donde pudiese gustar de un poco de silencio. Volviendo de las vacaciones de Pascua y retomando la búsqueda de ese lugar, en uno de mis paseos, veo un edificio de ladrillos, como tantos en Urbino, y una grada. Subo entonces los escalones de aquella que inicialmente no me había parecido una iglesia. Encuentro un cartel con la escritura “Aquí se tiene adoración perpetua”.


            “Abrí la puerta y apenas entré comprendí claramente que el lugar que tanto buscaba era propiamente ése. Había encontrado un oasis de paz donde podía saborear el silencio y la comunión con Dios. Después de aquella primera vez comencé a ir frecuentemente a la iglesia de Santo Spirito donde sentía que mis malestares desaparecían y me encontraba con la serenidad y la paz del corazón".
         
            En Sevilla, un médico agnóstico sintió la curiosidad de saber qué ocurría en aquella capilla, la de san Onofre, por la que transitaba tanta gente y que además estaba abierta día y noche, y de algún modo fue interpelado y quiso comprobar personalmente qué era eso de la adoración perpetua. Ahora se levanta todas las mañanas media hora antes para permanecer en silencio frente al Santísimo. Cristo, a través de su presencia real en la Sagrada Eucaristía lo ha llamado a la fe.

James J.  Pitts había sido pastor presbiteriano durante veinticinco años. En una ocasión fue a hacer un retiro espiritual al monasterio benedictino de Nuestra Señora de Guadalupe, en Nuevo México.

“La comunidad benedictina tenía adoración de 6.30 a 7.30 cada tarde. Una gran hostia consagrada era colocada en una custodia para adorar a Jesús. Todos estaban de rodillas. Después de unos minutos de leer la Biblia, yo miré la hostia y vi una luz radiante, que brilló como si saliera de ella. De pronto, un sentimiento de amor vino sobre mí, sin saber por qué. Yo me arrodillé de nuevo y oré al Señor. No podía apartar mis ojos de la hostia y decía: ¿Cómo puedo saber que tú estás aquí con nosotros, Señor...? La presencia de Cristo en la Eucaristía y el amor a María me llevó a abrir mi corazón a Dios. Durante la cuaresma de 1999, en el fin de semana de la fiesta de la Anunciación, yo y mi esposa Sandra fuimos recibidos en la Iglesia católica por el buen obispo de Alejandría”.

            Un oficial paracaidista francés, que había estado en la guerra de Vietnam y había perdido la fe, al final de la guerra de Argelia tuvo que volver a Francia y se dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de cortesía a la Virgen. Entró en la basílica subterránea y vio que Jesús Eucaristía estaba expuesto. Se acercó a las primeras bancas e, inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa oleada de amor de Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y, después, subió a la colina para hacer el viacrucis. Aquella noche llegó a su destacamento transformado. Ahora es un monje trapense.

            En todos los casos, Jesús se hizo el encontradizo para esas personas. Él les proporcionó el pretexto para que pisaran la iglesia, aun en contra de su voluntad.
           
            En estas historias vemos casos de gente sin fe, de otras bautizadas que la habían perdido o se mostraban frías; judíos que jamás antes habían pisado un templo, y protestantes que nunca hasta ese día habían sentido la tentación de abandonar su antiguo credo, fuera episcopaliano o presbiteriano.

            Cuando Jesús nos abre las puertas está dispuesto a hacernos un traje a medida. Lo seguiremos comprobando en los siguientes días.


2 comentarios:

  1. Antes de mi tecito o cafecito en la manana!...su blog Hermano Saulo.
    Es mi desayuno.

    Un abrazo y milll bendiciones.

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  2. Cuando entro en la intimidad del Sagrario, siempre me ocurre lo mismo. Pierdo la noción del tiempo, no ha sido así siempre. Antes entraba y era una maquina de reprochar, o pedir, o incluso juzgar mentalmente a los que como yo estaban allí frente a Jesucristo.
    Recuerdo que cuando los médicos me dijeron que el cáncer de Pepe (mi esposo) no tenia arreglo, me rompí por dentro de tal manera. Solo podía decir, Señor Tú le diste, Tú me lo quitas, Tú sabes más que yo. Corri al sagrario como quien huye de un bombardeo a un bunke y al entrar había gente pero solo fui consciente mientras entraba. Algo pasó aquel dí, fue la primera vez y ha seguido siendo igual. No importa la retahíla que yo lleve por el camino con el Señor, ni lo que acontece en mi vida. De pronto paso la puerta de la capilla del Sagrario y entro en otra dimensión. No sufro, no oigo, no veo, no siento nada a mi alrededor, ni dentro de mi, ni bueno ni malo. Solo un silencio infinito que que no se explicar pero se que es Dios.
    Un abrazo.
    Voy a leer la de hoy.

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