domingo, 26 de agosto de 2012

Les llamábamos Padre





Cuando los sacerdotes llevaban sotana, todo el mundo se dirigía a ellos llamándoles padre.  Desde hace décadas, a medida que los religiosos fueron desabrochándose el alzacuello, los fieles hemos ido perdiendo el respeto por los Alter Christus.

                Ya no decimos “me confieso con el padre Enrique”, sino “me voy a confesar con Jorge”. O también: “Hoy viene Pepe a decir la misa”; “A mi nieto lo bautizó Paco”. Este compadreo son síntomas de protestantización en el tratamiento que los católicos damos al clero. ¿O es que acaso es verdad la acusación de los evangelistas de que no debemos llamar padre a los curas?

                “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Maestro”, porque uno solo es vuestro maestro, y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar “Jefe”, porque uno solo es vuestro jefe: el Cristo”. (Mateo 23, 8-11)

                Muchas veces los errores  de interpretación surgen cuando sacamos las cosas de contexto. No es lo mismo decir: “yo nunca mataré a un hombreque el hermano Saulo dijo: “mataré a un hombre”.  En ambos casos, todas las palabras entrecomilladas están citadas al pie de la letra, pero la primera es la réplica exacta de una verdad, y la otra es extraer la parte por el todo para distorsionar y manipular esa verdad.

                Si seguimos leyendo a san Mateo, nos da una explicación:

                “El mayor de entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado”. (Mt 23 11-12).

                Lo que Jesús viene a decirnos es que no nos creamos superiores a los demás, que Dios es el único que está por encima y, por debajo de Él, todos somos iguales, guapos y feos, ricos y pobres, ateos y creyentes. Que en nuestra condición humana, todos estamos igualados por nuestra naturaleza terrenal y pecadora, que ninguno de nuestros iguales es más que nosotros, pero tampoco inferiores.

                Lo curioso del caso es que los protestantes nos acusan de usar sólo la palabra Padre referidas a los sacerdotes, pero eluden que Cristo, en el mismo pasaje, prohíbe igualmente los términos maestro y jefe. Estas omisiones, además de infundadas, son discriminatorias. Seguida al pie de la letra, los alumnos jamás podrían llamar maestro a su profesor, ni los empleados jefe a su patrón. ¿Es que los protestantes no usan los títulos de jefe y de maestro referidos a quienes llevan esa condición?

                La misma doctrina luterana de la Sola Escritura nos sirve para impugnar esa acusación gratuita. En la Biblia, el término padre lo vemos escrito en muchos pasajes y expresados en diversos  sentidos.

                En sentido biológico o de relación padre-hijo:

                “Honra a tu padre y a tu madre”. Lc 18,20

                “Dijo Isaac a su padre Abraham: “Padre”. Gen. 22,7

                “Dijo: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo al padre: “Padre…” Lc. 15, 11-12

                En el sentido de amistad:

                “Se acercaron sus servidores, le hablaron y le dijeron: “Padre mío…” 2 Rey 5,13

                “… Él me ha hecho a mí un padre para el Faraón, y señor de toda su casa”.  Gen. 45:8)

                “Era el padre de los pobres, la causa del desconocido”. Job 29,16

                En sentido espiritual, exactamente en el mismo sentido por el que se escandalizan cuando llamamos padre al sacerdote:

                “Eliseo le veía y clamaba: “Padre mío, Padre mío”. 2 Rey, 12

                “Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí”. Luc. 16,24
                “Él respondió: Hermanos y padres, presten atención”, Hech 7,2

                En las Escrituras, los apóstoles se consideran a sí mismos como Padres en el sentido espiritual:

                “El apóstol Pablo dijo: “A Timoteo, hijo querido. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro”. 2 Tim 1,2

                “Les saluda la que está en Babilonia, elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos”,. 1 Pe 5,13
                “Os escribo a vosotros, hijos míos”. 1 Juan 2,2
                Hijos míos, es la última hora”. 1 Juan 2,18
                “Y ahora, hijos míos, permaneced en él”. 1 Juan 2,28
                Hay muchas otras  citas, pero con que sólo hubiésemos hallado una, la impugnación protestante quedaría invalidada.

                No nos avergoncemos de llamar padres a nuestros sacerdotes porque  se lo estamos diciendo al mismo Jesús.

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