jueves, 30 de diciembre de 2010

Entró en la Iglesia a buscar a un Amigo (1)


Caer del Caballo (2)

Hace unas semanas, el padre Fortea en su blog contaba que el sacerdote canadiense donde se hospedó de visita a aquel país, era un antiguo judío que se convirtió al cristianismo cuando, casualmente, entró en una iglesia para buscar a un amigo. Esa historia me suena.

El Padre Ángel Peña, agustino recoleto, es un divulgador incansable de la fe católica. En uno de sus libros, cuenta así la historia de una joven judía cuando era alumna de un colegio de religiosa:

“Un día cuando tenía 11 años, una amiga del colegio me invitó a entrar a la capilla, donde estaba el Santísimo Sacramento y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí con una fuerte claridad que allí en el sagrario, que yo llamaba “caja”, allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité”.

Actualmente, Sor María del Carmelo es religiosa contemplativa en un convento de Inglaterra.

Elizabeth Ann Seton, la primera santa norteamericana, se convirtió a la Iglesia católica por la Eucaristía. Después de la muerte de su esposo en Italia, regresó a Nueva York y buscó la paz en su propia Iglesia episcopal. Un día se sentó en una silla de su iglesia, desde donde podía ver la torre de la vecina iglesia católica, y mirando el altar vacío de su iglesia, comenzó a hablar con Jesús, presente en el Santísimo de la iglesia católica cercana. Así empezó a sentir amor a Jesús Eucaristía, que la atraía como un imán, y éste fue el comienzo de su conversión.

Grazia, una joven italiana cuenta cómo fue su conversión:

“Soy una estudiante. El año pasado estuve viviendo en el centro de Urbino, en un lugar donde reina el caos, la falta de respeto, gritos continuos, tanto durante el día como por la noche y tratar de estudiar y aún de vivir normalmente era imposible.

Estaba obligada a salir para estudiar. Sentía en mí un malestar y buscaba un lugar donde pudiese gustar de un poco de silencio. Volviendo de las vacaciones de Pascua y retomando la búsqueda de ese lugar, en uno de mis paseos, veo un edificio de ladrillos, como tantos en Urbino, y una grada. Subo entonces los escalones de aquella que inicialmente no me había parecido una iglesia. Encuentro un cartel con la escritura “aquí se tiene adoración perpetua”. Abrí la puerta y apenas entré comprendí claramente que el lugar que tanto buscaba era propiamente ese. Había encontrado un oasis de paz donde podía saborear el silencio y la comunión con Dios. Después de aquella primera vez comencé a ir frecuentemente a la iglesia de Santo Spirito donde sentía que mis malestares desaparecían y me encontraba con la serenidad y la paz del corazón.

Participé de este secreto maravilloso a una amiga que vive conmigo y todas las veces que sonriendo le proponía salir se sobreentendía que fuéramos juntas a adorar al Señor.

En Sevilla, un médico agnóstico sintió la curiosidad de saber qué ocurría en aquella capilla, la de san Onofre, por la que transitaba tanta gente y que además estaba abierta día y noche, y de algún modo fue interpelado y quiso comprobar personalmente qué era eso de la adoración perpetua. Ahora se levanta todas las mañanas media hora antes para permanecer en silencio frente al Santísimo. Cristo, a través de su presencia real en la Sagrada Eucaristía lo ha llamado a la fe.

Desde entonces he afirmado mi relación con Dios Eucaristía, habiendo descubierto en Él al Dios que ama”.

James J. Pitts había sido pastor presbiteriano durante veinticinco años. En una ocasión fue a hacer un retiro espiritual al monasterio benedictino de Nuestra Señora de Guadalupe, en Nuevo México.

“La comunidad benedictina tenía adoración de 6.30 a 7.30 cada tarde. Una gran hostia consagrada era colocada en una custodia para adorar a Jesús. Todos estaban de rodillas. Después de unos minutos de leer la Biblia, yo miré la hostia y vi una luz radiante, que brilló como si saliera de ella. De pronto, un sentimiento de amor vino sobre mí, sin saber por qué. Yo me arrodillé de nuevo y oré al Señor. No podía apartar mis ojos de la hostia y decía: ¿Cómo puedo saber que tú estás aquí con nosotros, Señor?... La presencia de Cristo en la Eucaristía y el amor a María me llevó a abrir mi corazón a Dios. Durante la cuaresma de 1999, en el fin de semana de la fiesta de la Anunciación, yo y mi esposa Sandra fuimos recibidos en la Iglesia católica por el buen obispo de Alexandría”.

Un oficial paracaidista francés, que había estado en la guerra de Vietnam y había perdido la fe, al final de la guerra de Argelia, tuvo que volver a Francia y se dirigió en automóvil a Pau, donde estaba su destacamento militar. Cuando estaba a 14 Kilómetros de Lourdes, sintió un impulso de ir a hacer una visita de cortesía a la Virgen. Entró en la basílica subterránea y vio que Jesús Eucaristía estaba expuesto. Se acercó a las primeras bancas e, inmediatamente, se vio envuelto en una inmensa oleada de amor de Jesús. Buscó un sacerdote, se confesó y, después, subió a la colina para hacer el viacrucis. Aquella noche llegó a su destacamento transformado. Ahora es un monje trapense.