miércoles, 4 de julio de 2012

Actores Secundarios

Nos duele reconocerlo, pero casi todos pasamos por la vida como simples actores secundarios. Ninguna calle llevará nuestro nombre, ni se levantarán monumentos a nuestra memoria, ni en la placa de algún pabellón deportivo ni en la denominación de ninguna escuela se acordarán de nosotros.
            De secundario actuó Eduard G. Robinson en Perdición, fascinado por desenmascarar en los burladeros de las estadísticas al accidentado tramposo o al homicida que espera salirse de rositas. Secundarios inolvidables fueron la criada siniestra de Rebeca, la señorita Rottenmayer, el pianista de Casablanca y la criada negra de Lo que el viento se llevó. Heidi no sería tan entrañable sin el abuelo y Blanquita, Blancanieves sin los siete enanitos, ni el Rey León sin Timón y Pumba. Secundarios memorables fueron Walter Brenan en Río Bravo¸ Peter Lorre en El Halcón Maltés o Harvey Keitel interpretando a malos malísimos en Taxi Driver y Pulp Fiction, o Dorothy Malone haciendo de mujer fatal en El Sueño Eterno.
Secundarios irrepetibles fueron Sancho Panza, el doctor Watson y todas las madrastas de todos los cuentos. Nadie mejor que ellos los que pronuncian la frase lapidatoria, los que descargan los revólveres a quemarropa, los que aplastan la colilla contra la suela del zapatos o los que escupen el tabaco mascado frente a un fuego en una caravana que va camino del Oeste.
Secundarios providenciales fueron las Marías que encontraron el sepulcro vacío, los apóstoles que caminaron junto a Jesús, Zaqueo, la hija de Jairo y los leprosos sanos. Secundarios imprescindibles de la vida son la segunda bailarina en la compañía de ballet, la profesora sustituta, la señora de la limpieza y el que arregla los enchufes. Casi todos somos secundarios en el decorado gigantesco de la vida. Formamos parte del atrezzo silencioso e invisible que dota de fuerza a la historia, hace creíble la trama y permite avanzar al argumento.
Muy pocos son los elegidos para representar el papel de la figura del pop, el crack futbolístico o la primera estrella cinematográfica. Pero ninguno de ellos logrará subirse al escenario, marcará el gol que haga felices a una nación entera o interpretar un papel glorioso, si detrás no le acompaña un ejército de figurantes, maquilladores, utilleros, carpinteros y peluqueros que sostienen el peso del tablao donde se desarrolla el vodevil de la vida y donde viven, aman y mueren los protagonistas que recogerán todos los aplausos y suscitarán todos los bravos.
Levantemos los corazones, mantengamos la cabeza alta, el espíritu limpio y la mirada puesta en Cristo redentor, y vivamos felices sabiendo que con nuestras pequeñas obras de actores de reparto estamos dignificando la tierra que hemos heredado.