jueves, 23 de agosto de 2012

Aunque te tiemblen las Piernas


En medio de las dificultades de la vida, el Señor siempre nos da las fuerzas necesarias para levantarnos y seguir adelante.

        Hay una cita de la madre Angélica -esa religiosa que con doscientos dólares, una docena de monjas y sin tener ni idea ni de cómo se encendía una casete, fundó la EWTN,  la mayor cadena de televisión católica del mundo- que siempre me sirve de revulsivo en los momentos de desánimo:

        “Si quieres hacer algo por el Señor, hazlo. En  cuanto veas que es necesario actuar, aunque te tiemblen las piernas, aunque estés muerto de miedo, da el primer paso. Junto a este primer paso llega la gracia y, a cada paso, más gracia. Tener miedo no es el problema, lo que nos tiene que asustar es no hacer nada”.

        Hay días en que  el reloj se para, el coche no se pone en marcha y el arroz se pasa, llueve cuando vamos sin paraguas y la gente no nos devuelve el saludo si les damos los buenos días. Hay mañanas en que nos duele todo; abrimos los ojos y la distancia que dista de la cama al suelo nos parece una montaña formidable que debemos escalar.

         En esa tesitura es cuando el cristiano auténtico se mantiene en pie mientras los otros se han rendido, acobardados por la inmensidad de la tarea o atormentados por la culpa. Se mantiene firme enarbolando la misma vieja bandera de siempre, y lo hace con alegría, porque el amor de oficio, la caridad de encargo no nos vale para nada. Ya lo dijo san Pablo: “aunque dominara las lenguas antiguas, aunque diera mi dinero a los pobres...” de nada nos sirve.

        Cuando los esposos ya no se hablan sino a gritos, cuando los hijos pegan a sus padres y acosan a sus profesores, cuando la juventud ya no cree en Dios pero adora la botella, la raya de cocaína o la estrella de rock; cuando se oyen más blasfemias que bendiciones, cuando ya no se escuchan palabras de ánimo sino chismes calumniosos, cuando las personas honestas son esa gente rarita y aburrida con la que los más espabilados no quieren estar, es entonces cuando más debemos creer.

        No admiro a la gente poderosa: al que más manda, al que más tiene o al que más gasta; a la estrella de cine a las que todos siguen o al músico o al deportista al que todos quieren parecerse. El mérito de que la sociedad siga en pie, que los relojes sigan marcando las horas y las fábricas produciendo, corresponde al héroe anónimo que cada día hace posible que los trenes salgan puntuales, los aviones despeguen y en los supermercados hay víveres para alimentarnos. Los que iluminan las ciudades, reparan los caminos y arreglan los aparatos. Los que están al quite cuando un edificio se incendia, una joyería es asaltada o un corazón entra en parada cardíaca. Admiro a ese personaje sin brillo y callado que reparte flores, hornea el pan o llena las copas de vino. Al maestro que enseña y al guardia que dirige el tráfico, a la abuela que zurce los calcetines y al yayo que pasea a los nietos. Porque no hay esfuerzo sin dificultades ni errores y toda causa justa que perseguimos debe afrontar etapas de triunfo y épocas de fracaso.

        Todos ellos son mis héroes, y en todos ellos veo la mano de Cristo.



2 comentarios:

  1. Duele mucho cuando colocas tu corazon,tu tiempo en un proyecto y salen las cosas como no esperabas y tienes enemigos detras tuyo con ojo de aguila...te acaban!!!.
    Duele ese dicho que dice "No hagas cosas buenas que parezcan malas".

    Mil bendiciones.

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