miércoles, 22 de agosto de 2012

Hasta aquí has llegado


Me he tropezado con ellos muchas veces:  en la calle mientras estoy de ida o de vuelta de cualquier encargo, cuando atravieso el parque al pasear al perro, repartiendo folletos a la entrada del centro comercial, en las mesas donde exponen sus ventorrillos,  e incluso cuando he ido a abrir la puerta de casa esperando una visita, y me encuentro con ellos de pie, delante de mí, con una sonrisa de vendedor de enciclopedias y las manos extendidas hacia mí.

                Van de dos en dos; generalmente, dos hombres o una pareja de  mujeres. A ellas las puedo reconocer de lejos porque nunca visten pantalones, sino faldas largas, casi hasta el tobillo. A ellos porque visten porque pantalones de pinza y camisas impecablemente planchadas, con o sin corbata y portando además  una pequeña cartera cruzada en bandolera y una biblia en la mano.

                Hasta ahora, cuando se me han acercado y me dan los buenos días, en el momento en que me ofrecen su revista, me limito a contestarles:

                -No me interesa. Muchas gracias.

                Con el tiempo, me he dado cuenta que el método más expeditivo para disuadirlos es levantar la palma en señal de alto. Ese simple gesto es como alzar un muro de mil kilómetros; la persona a la que se lo haces se siente desarmado, sabe que entre ellos y tú has cavado un foso tan grande como un abismo, y les estás diciendo: “Hasta aquí has llegado, amigo”.

                El otro día por la mañana cambié de idea. Les vi desde lejos y preparé mi mejor sonrisa. Por el camino me habían ido entregando tres o cuatro folletos de pizzerías, cortinas o empresas de reformas. Iba bien surtido.

                -Buenos días, señor –me dijo uno de ellos-. Como veo que a usted le gusta le leer, permítame que le entregue este folleto.

                -¿De qué se trata?

                El hombre pareció animado con mi pregunta:

                -¿Sabía usted que hay millones de especies distintas sobre la tierra y sólo el hombre es capaz de razonar?

                -¿Entonces son ustedes biólogos?

                -No, bueno, mire… Nosotros lo que queríamos era hablarle de Dios.

                -Entonces no hay ningún problema –dije-. Yo me paso el día hablando de Él. Ahora mismo venía charlando con el de arriba. ¿Y de qué parroquia son ustedes?

                -No me ha entendido. Venimos del Salón del Reino de los Testigos de Jehová.

                -Haber empezado por ahí. Yo soy católico, apostólico, romano. No sé por qué ustedes se avergüenzan de presentarse como  lo que son. Entonces esos folletos son de su secta.

                Ahora ya no me miraban como gente religiosa.

                -No somos de ninguna secta. Somos una organización  cristiana.

                -Pero si soy de la Iglesia que fundó Jesucristo, y el sólo fundó una, ustedes tienen que pertenecer a una secta.

                -Que tenga buen día, caballero, y que el Señor le bendiga –me despidieron bruscamente, pero yo les retuve un momento más.

                -Disculpe si le he ofendido. Hagamos una cosa: yo me llevo su folleto y ustedes aceptan el que yo les entregue de apologética católica la próxima vez que nos veamos.

                -Verá, Señor, es que no nos está permitido aceptar documentos de otras religiones.

                -¿Y cuál es el problema? Yo estoy seguro de mi fe y sé que ese panfleto no me va a ser cambiar de idea. Si ustedes están seguros de la suya, ¿por qué les va a importar leer unas letras sobre mi creencia?


                Ya se habían alejado cuatro o cinco metros de mí. El que llevaba la voz cantante me dejó con la palabra en la boca y levantó su brazo en señal de alto. “Hasta aquí has llegado, amigo”.

2 comentarios:

  1. Suele pasar.
    Lo curioso es que a ellos les preparan durante un tiempo y le dan estudios y sicologia para saber como responder y salir de situaciones comprometidas, se supone que van preparados cuando salen al fin a predicar.
    Yo pertenezco al camino neocatecumenal dentro de la Iglesia católica. Y en más de una ocasión también salimos a la calle a anunciar publicamente el evangelio. A diferencia de ellos, el sacerdote nos da la bendición y la biblia en mano y nos suelta en la calle. Se pasa muy mal, pero descubres que es Dios quien pone palabras de sabiduria en tu boca y que te ayuda a saber que responder y como actuar aún cuando no tienes ni puñetera idea de lo que te va a salir de frente.
    Y sí la mano en alto es efectiva, yo ante ella doy los buenos dias o tardes y me retiro dando las paz. luego interiormente pido por la persona.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los de la foto no son testigos de Jehova , son elderes , miembros de la iglesia de jesucristo de los santo de los ultimos dias

      Eliminar