lunes, 13 de agosto de 2012

Somos Iglesia


Cada miércoles, al concluir la oración del grupo en la parroquia, todos los miembros que hemos acudido a cantar y alabar al Señor, nos damos la mano y rezamos el Padrenuestro. Nuestros dedos entrelazados dibujan una cadena donde cada hermano toca al que está a su lado. Es como el abrazo de Dios.
           
            La otra tarde, Viti se sentó junto a Rafa. Ella es la ricachona del grupo. Rafa es el limosnero de la comunidad. Mientras él mendiga a la puerta de la iglesia y vive arrastrando desde hace meses una pierna metálica, ella se mantiene de la renta de negocios exitosos.

            En aquel círculo en que los extremos de la sociedad se tocaron mientras recitábamos la plegaria de Jesucristo, percibí la imagen de la Iglesia, el concepto del cuerpo místico de San pablo.

            Todos somos iglesias: la acaudalada y el indigente, el que muere de hambre y el que fallece a causa del colesterol, el que gana más de lo que puede gastar y el que sobrevive gracias a la limosna.

Somos iglesia los buenos y malos, santos y pecadores, el místico y el blasfemo, el devoto y el hereje, el que ama y el que odia, el que sufre y el que goza, beatos y apóstatas, el que busca siempre y el que no encuentra nunca,.

Somos iglesia los que se mantuvieron siempre fieles y los que regresan después de una larga peregrinación por otros credos, de tener el corazón en otros dioses y de haberse extraviados por mil caminos truculentos.

Somos iglesia los artesanos y  los científicos, los sabios y los necios, los que blanden las armas y los que manejan la pluma, los consagrados y los seglares, los fervientes, los tibios, los fríos, los que rezan a todas horas y los pecan todo el tiempo.

Todos somos del rebaño del Buen Pastor, a todos ha salido a buscar y las puertas de nuestras casas está llamando para sentarse a nuestra mesa y cenar con nosotros. Santa Mónica estuvo llorando y orando por la conversión de su hijo durante treinta años. Santos y pecadores formamos la iglesia, y debemos interceder los unos por los otros, orando y llorando como Mónica por el borrachito que muere ahogado por el vino en cualquier callejón oscuro rodeado de vómitos y ratas; por el marido maltratador, por el que apuesta el sueldo con el que debe mantener a su familia, por el adúltero, por el pornógrafo, por el que cabalga a lomos del caballo y la heroína para que, entre trato y trago, entre apuesta  y apuesta, entre paliza y paliza con la que lastima a la mujer con la que está unido, nuestra oración sea la mano que detenga la puñalada fatal y les haga volver el rostro hacia Jesús que, con los brazos abiertos y la mirada del padre bueno, siempre espera que vayamos al encuentro de su abrazo.

1 comentario:

  1. Doy gracias a Dios por que en el no existe la casualidad, solo el amor.
    Vengo de otro blog amigo donde he comentado su entrada y acto seguido entro aqui y loeo esto que es lo que pienso, siento y con otras palabras he dejado escrito en mi comentari en su blog. No, en dios no existe la casualidad. Existe el AMOR y lo derrocha en Jesucristo, en su Iglesia que somos todos, carne de su carne, creaturas de su mano y todos hijos amados para Él independiente de lo que seamos o en que perfil de individuo nos hayamos convertido.
    Gracias hermano. Un abrazo.

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