La sociedad actual vive cómoda en la
increencia. Dios apenas está presente en un mundo indiferente y hostil. El
creyente es un ser acomplejado y herido, pero al que el Evangelio le sigue
apremiando para que dé cuenta de su mensaje. “La religión –dice Hare- presenta
pocas dificultades para los humildes, muchos a los orgullosos e insuperables a
los vanidosos”.
Los
que hemos instruido a niños de catequesis sabemos que la mayoría de ellos
acaban su etapa de formación religiosa el día de la primera comunión. Esos
pequeños siempre responderán a los desafíos del ateísmo y de las sectas, a los
retos del individualismo y el materialismo, con los reflejos de una fe
inmadura. Pero, ¿cómo podemos instruir a los que no se dejan instruir? Pascal
advirtió que aquel que duda y no
investiga, se vuelve no sólo infeliz, sino también injusto.
La
fe no sólo debe ser razonada, sino también debe saber explicarse, debe ser
entendible. El cristiano, con su ejemplo, debe ser una cátedra de apologética;
el testigo auténtico que expone con su vida y sus acciones la más eficaz de las
lecciones magistrales. Pero, antes de abrir a los invitados, debemos barrer primero
la casa.
El
humo de la sociedad deshumanizada a veces se cuela por las vidrieras de la
Iglesia. No es de recibo que haya catequistas y profesores de religión que no
se pasan por misa los domingos; se han desmontado reclinatorios y retirado las
peanas con las imágenes; los confesionarios han recorrido tantos metros que
muchos acaban en la sacristía o desmontados. Esa frialdad ha contagiado a
muchos sacerdotes que celebran con más gusto al púlpito que al altar, a la
letra que al espíritu, a la palabrería que a la liturgia. El misal a veces es
recitado como un parloteo mecánico, un formulismo donde hablan más los labios
que el corazón. La crisis de valores se declara en el mundo, pero no se detiene
en el templo. Crisis de pensamiento teológico y filosófico, crisis espiritual,
de santidad, de banalización del misterio y de los sacramentos.
El
católico de hoy bebe más en los manantiales de la televisión y las redes sociales que en el catecismo y la
misa. Y los medios de comunicación son una bestia de muchas cabezas que
anestesia conciencias, desarma principios y nos desnuda de valores morales.
La
Cruz y el Microscopio (2)
Que importante es decir: Jesucristo te espera en la Santa Eucaristía. Sin embargo seria mejor decir: ven conmigo a encontrarnos con Jesucristo que nos espera en la Santa Eucaristía.
ResponderEliminarUn abrazo.