sábado, 15 de septiembre de 2012

Toque de Queda Religioso



Benedicto XVI ya nos advierte que cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios quien le persigue, sino sus ídolos. Dios es la evidencia invisible, según Víctor Hugo, y Graham Green no podía creer en un Ser Supremo al que comprendiera.

            Hace unos pocos años, un grupo de intelectuales y científicos ateos se reunieron en California para poner en común sus ideas para combatir la fe. Proponían suprimir la enseñanza religiosa en las escuelas y acabar con el respeto al hecho religioso. Los nuevos ideólogos del agnosticismo dejaban la retaguardia y se colocaban en primera línea de combate; renunciaban al sarcasmo y la indiferencia y buscaban el cuerpo a cuerpo, al sometimiento por aniquilación del adversario.

            Para esta nueva estirpe de pensadores, todo es suficiente con el mundo material. Además, se postulaban para enseñarnos a ser felices en el nuevo paraíso ateo. Según ellos, los valores éticos y morales tienen una base bioquímica y procedencia animal. Se proponen, en fin, acabar con la religión primero, y predicar luego las maravillas del universo. Entonces, y sólo entonces, seremos buenos.

            A la vista de este buenismo infantil de los increyentes, se entienda más a Chesterton cuando afirma que al dejar de creer en Dios, se cree en cualquier cosa. O a Dostoievski que proclama que si Dios no existe, todo está permitido. Las nuevas catacumbas del creyente ya no están bajo tierra. Las sociedades que hoy se proclaman campeonas de la tolerancia no podrían dejar que les crezca un manzano podrido en el huerto de la Arcadia feliz. El martirio del cristiano –al menos en las sociedades cristianas y democráticas- no es de sangre sino de silencio y de desprecio.

            Los predicadores del nuevo ateísmo se valen de las tribunas de periódicos y televisiones, de colegios y universidades, de radios y bitácoras, para declarar a la religión culpable de todos los males de la tierra: la pobreza, el terrorismo, el narcotráfico, el fracaso conyugal o de que la capa de ozono pueda reventar en millones de pedazos.

            Nadie piensa en la muerte; se vive de espaldas a Dios. El furor laicista lanza campañas para retirar los crucifijos de las escuelas, prohibir los árboles y los belenes de Navidad o retirar las ayudas económicas a la Iglesia. En algunos países como Inglaterra los empleados son despedidos por llevar una cruz o por hablarles de Dios a los pacientes de los hospitales. En los últimos Juegos Olímpicos se prohibió la circulación de material religioso entre los atletas; el nombre del creador es tabú en el lenguaje oficial. En toda Europa se ha levantado un toque de queda religioso: la fe sólo debe ser practicada en santuarios y familias;  hacer alarde de vivir la fe no está bien visto. Por todas partes observamos un arrinconamiento lento e implacable que arranca cruces de los cuellos, descuelga crucifijos, silencia campanarios o regañan a quienes se santiguan o bendicen la mesa en público.

            El culto al cuerpo, las estrellas de la música o los ídolos deportivos, son las nuevas formas de religiosidad. El hombre de hoy no se inclina para rezar, pero se arrodilla para adorar a los nuevos becerros de oro: los cacharros tecnológicos. Son los sustitutos amables de la fe. Esta sociedad que se inclina para venerar a las nuevas tecnologías, le está diciendo a Dios que quite sus manos de encima, porque Él se ha convertido en ese viejo achacoso que siempre está contando las mismas batallas que sucedieron hace mucho tiempo. Es el abuelo plasta que las familias se llevan a casa cuando nadie les quiere, que poco a poco le van quitando espacio hasta que acaba aparcado  en el desván como un trato inservible más que alguna vez formó parte de nuestra vida.

La Cruz y el Microscopio (5)

1 comentario:

  1. Ayyy Hermano Saulo,se me puso la piel de gallina con su lindo post,las imagenes...bellas,impactan
    tes, y los ultimos 8 renglones de su escrito,me tocaron profundamente...una dura realidad.Mil gracias.

    Bendiciones,un abrazo.

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