lunes, 8 de octubre de 2012

Fe y Amuletos

A veces, cuando nuestras manos no llegan a las teclas, en lugar de rodar la silla, movemos el piano. Ponemos los bueyes delante del carro o queremos meter un camión dentro de un coche.

            Recuerdo la historia de un pobre que pasó veinte años ahorrando para comprar una casa para los suyos. Vivían con lo justo, comían lo justo, no iban al cine ni acudían jamás a restaurantes o ferias; los hijos heredaban las ropas unos de los otros y jamás cambiaron los muebles ni había a la vez más de una luz encendida en la casa. Al cabo de mucho tiempo, por fin aquel padre reunió el dinero necesario para adquirir la vivienda. Entonces se dio cuenta de que los hijos, ya adultos, se habían marchado de casa y que la esposa estaba muerta. Tanto esfuerzo y ya no le quedaba nadie con quien compartir el mayor logro de su vida. Había fijado una meta en un horizonte muy remoto, y no había advertido de que la alegría de la vida no estaba al cruzar la línea de llegada, sino en el camino mismo, en las esperanzas y las derrotas de cada etapa, en el repartir las cargas, aceptar las pérdidas y asumir con una sonrisa las renuncias y los tropiezos con los que embarrancamos a lo largo del recorrido diario.

            Muchas veces nos comportamos como el padre de la historia: nos colocan un papel con letras muy gordas a unos pocos centímetros de nuestra vista, y somos incapaces de descifrar el texto que se presenta ante nuestros ojos. Necesitamos alejar el objeto para que la distancia nos dé la perspectiva adecuada desde donde podemos entender lo que está pasando en nuestra vida. Nos apresuramos a tocar heridas que aún están muy calientes, y enseguida notamos la sacudida de una quemada. Es preciso que el tiempo atempere los problemas ardientes, repose los conflictos y madure las soluciones.

            En muchas ocasiones, el ser humano es un jugador de alto riesgo que se lo apuesta todo al rojo o al negro, que necesita como el comer el éxito a corto plazo, pero que siempre acaba quemando sus naves en guerras relámpago.

            Esta forma compulsiva de buscar los logros fáciles, se traslada también al ámbito de la fe. Muchos la viven no como si no fuese una adhesión libre y feliz hacia las realidades divinas, sino como si esa fe fuese un amuleto que usan de escudo protector o de salvoconducto para sortear los peligros del destino. Son las personas que dicen tener mucha fe en tal santo o en tal advocación mariana, una fe fetichista que es usada como protector de males, que conjura maleficios o nos sirve para encontrar pareja o sacarnos la lotería. Esa fe talismán es tan peligrosa como la idolatría que nos puede llevar a precipitarnos por el tobogán de la superstición. El creyente que usa fe para conseguir cosas y no para renunciar a tesoros materiales como los placeres, el dinero, la vida sin sobresaltos, ese creyente –digo- suele prometer  a Dios que si le concede esta o aquella cosa recorrerá el Camino de Santiago o peregrinará al santuario más próximo. Eso es tanto como una forma de hacer negocios con Dios, pero obligándole a Él que sea el primero en cumplir su parte. Si me das esto, entonces hago aquello; concédeme un trabajo, y rezaré el rosario. Es un trato adulterado, condicionado a que se cumpla una cláusula previa. Ya nos recuerda san Pablo que la fe es gratuita y el amor, si no es dado por un corazón libre y un espíritu generoso, no nos sirve para nada. La fe que cree a cambio de algo  material es el mayor de los fraudes.

            Desde luego que es muy saludable recurrir a los santos o la santísima Virgen para que intercedan ante Dios; la comunión de los santos lo aconseja y lo saluda. El problema se presenta cuando nos valemos de estos intercesores como intermediarios comerciales: te pongo una vela si me consigues esto, reparto estampitas tuyas si me das lo otro. Esa fe usurera es muy nociva si la utilizamos como objeto y como sujeto de conversión.



1 comentario:

  1. Hay personas que le rezan a los santos, piden interseccion a La Virgen para que los cuide cuando van a obrar mal,cuando pecan contra la sociedad, rezan para salir limpios de sus fechorias, les prometen que si les va bien, les mandan a hacer una misa o una "Buena obra".o esculpir un monumento...los tienen como amuleto.

    Bendiciones.

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