A
veces, cuando nuestras manos no llegan a las teclas, en lugar de rodar la silla,
movemos el piano. Ponemos los bueyes delante del carro o queremos meter un camión
dentro de un coche.
Recuerdo la historia de un pobre que
pasó veinte años ahorrando para comprar una casa para los suyos. Vivían con lo
justo, comían lo justo, no iban al cine ni acudían jamás a restaurantes o
ferias; los hijos heredaban las ropas unos de los otros y jamás cambiaron los
muebles ni había a la vez más de una luz encendida en la casa. Al cabo de mucho
tiempo, por fin aquel padre reunió el dinero necesario para adquirir la
vivienda. Entonces se dio cuenta de que los hijos, ya adultos, se habían
marchado de casa y que la esposa estaba muerta. Tanto esfuerzo y ya no le
quedaba nadie con quien compartir el mayor logro de su vida. Había fijado una
meta en un horizonte muy remoto, y no había advertido de que la alegría de la
vida no estaba al cruzar la línea de llegada, sino en el camino mismo, en las
esperanzas y las derrotas de cada etapa, en el repartir las cargas, aceptar las
pérdidas y asumir con una sonrisa las renuncias y los tropiezos con los que
embarrancamos a lo largo del recorrido diario.
Muchas veces nos comportamos como el
padre de la historia: nos colocan un papel con letras muy gordas a unos pocos
centímetros de nuestra vista, y somos incapaces de descifrar el texto que se
presenta ante nuestros ojos. Necesitamos alejar el objeto para que la distancia
nos dé la perspectiva adecuada desde donde podemos entender lo que está pasando
en nuestra vida. Nos apresuramos a tocar heridas que aún están muy calientes, y
enseguida notamos la sacudida de una quemada. Es preciso que el tiempo atempere
los problemas ardientes, repose los conflictos y madure las soluciones.
En muchas ocasiones, el ser humano
es un jugador de alto riesgo que se lo apuesta todo al rojo o al negro, que
necesita como el comer el éxito a corto plazo, pero que siempre acaba quemando
sus naves en guerras relámpago.
Esta forma compulsiva de buscar los
logros fáciles, se traslada también al ámbito de la fe. Muchos la viven no como
si no fuese una adhesión libre y feliz hacia las realidades divinas, sino como
si esa fe fuese un amuleto que usan de escudo protector o de salvoconducto para
sortear los peligros del destino. Son las personas que dicen tener mucha fe en
tal santo o en tal advocación mariana, una fe fetichista que es usada como
protector de males, que conjura maleficios o nos sirve para encontrar pareja o
sacarnos la lotería. Esa fe talismán es tan peligrosa como la idolatría que nos
puede llevar a precipitarnos por el tobogán de la superstición. El creyente que
usa fe para conseguir cosas y no para renunciar a tesoros materiales como los
placeres, el dinero, la vida sin sobresaltos, ese creyente –digo- suele
prometer a Dios que si le concede esta o
aquella cosa recorrerá el Camino de Santiago o peregrinará al santuario más
próximo. Eso es tanto como una forma de hacer negocios con Dios, pero
obligándole a Él que sea el primero en cumplir su parte. Si me das esto,
entonces hago aquello; concédeme un trabajo, y rezaré el rosario. Es un trato
adulterado, condicionado a que se cumpla una cláusula previa. Ya nos recuerda
san Pablo que la fe es gratuita y el amor, si no es dado por un corazón libre y
un espíritu generoso, no nos sirve para nada. La fe que cree a cambio de algo material es el mayor de los fraudes.
Desde luego que es muy saludable
recurrir a los santos o la santísima Virgen para que intercedan ante Dios; la
comunión de los santos lo aconseja y lo saluda. El problema se presenta cuando
nos valemos de estos intercesores como intermediarios comerciales: te pongo una
vela si me consigues esto, reparto estampitas tuyas si me das lo otro. Esa fe
usurera es muy nociva si la utilizamos como objeto y como sujeto de conversión.
Hay personas que le rezan a los santos, piden interseccion a La Virgen para que los cuide cuando van a obrar mal,cuando pecan contra la sociedad, rezan para salir limpios de sus fechorias, les prometen que si les va bien, les mandan a hacer una misa o una "Buena obra".o esculpir un monumento...los tienen como amuleto.
ResponderEliminarBendiciones.