miércoles, 14 de noviembre de 2012

El síndrome de la mano ajena


Aunque parezca una fábula sacada de la fantasía de un escritor de ciencia ficción, el síndrome de la mano ajena es una de esas tantas enfermedades raras descrita y catalogada por la literatura médica.

            Los pacientes que desarrollan esta patología lo hacen después de sufrir infartos cerebrales o haberse sometido a cirugías radicales para tratar epilepsias, entre otras causas. La mano que se comporta como si tuviera voluntad propia es la contraria al lado donde se ha producido la lesión. Así, los enfermos que sufran esta anomalía describen casos como que, mientras una mano trata de abrochar la camisa, la otra la desabotona; al mismo tiempo que una intenta girar el picaporte de la puerta, la otra lo impide; mientras la lógica mete los platos en el fregadero, la autónoma los saca; la primera trata de escribir, la rebelde retirar el papel una y otra vez.

            Esto de la mano revoltosa me recuerdo a nosotros, los cristianos, que formamos el cuerpo místico de Cristo, cuando muchas veces los miembros rebeldes de esa unidad en Jesús salvador ponemos en aprietos al cuerpo entero. Los malos ejemplos de sacerdotes y laicos, las doctrinas heréticas, el catecismo a medida donde cada católico rechaza o acepta los mandamientos según le vaya en la plaza, el evangelio según Pepe o según Paco, los casos de abusos sexuales, los malos ejemplos y los malos consejos de quienes deberíamos ser espejo, modelo y guía para quienes se preguntan sobre la verdad del cristianismo, son esos dedos ingobernables que nos cierran la puerta cuando el resto de nuestra voluntad se empeña en traspasarla.

            En la barca de Pedro seguiremos gobernando el timón aunque tengamos que mantener atada a esa mano intrusa que se empeña se arrojar a los remeros por la borda o en inundar la nave de agua.

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