martes, 21 de agosto de 2012

Acuérdate de que no eres Dios


Un hombre rico y famoso ha muerto. Hallaron su cuerpo sin vida bajo un puente en Los Ángeles. Tony Scott poseía todo lo que, a los ojos del mundo, puede tener una persona de éxito: dinero, propiedades, fama. Producía películas, se codeaba con lo mejor de Hollywood, asistía a fiestas y el público y la prensa le aclamaban jubilosamente. En una de sus fotos, aparece él calado con una gorra de béisbol y fumando un puro del tamaño de una flauta. Días de vino y rosas.
               
                Nada de eso le sirvió para enfrentarse a un cáncer inoperable; Scott decidió tomar el atajo y prefirió morir rápido bajo las piedras de un embarcadero, que dejarse consumir en una cama, lenta y heroicamente, por los estragos de la enfermedad. Dios nos da la libertad para elegir entre la agonía de Cristo y el arrebato violento de Judas.

                Memento mori es una sentencia latina que viene a significar algo así como “Recuerda que morirás”. Es una señal que, una y otra vez, a lo largo de nuestro caminar por la tierra, nos sale al paso para que tengamos presente la fragilidad de la existencia y la caducidad de la condición humana. En la historia del arte, esta expresión representa a los difuntos, el “Vanidad de vanidad, todo es vanidad” del Eclesiastés.

                Con los libros religiosos ilustrados, durante los siglos XVI y XVII apareció en Europa la pintura de bodegones, para recordarnos que el cuerpo se descompone y sólo el alma persiste. En la “pintura de vanitas” es recurrente la aparición de un cráneo y de otros símbolos que nos recuerda que todo es transitorio,  evocan la fragilidad y la expiración del paso del ser humano por la vida: flores marchitas, frutas podridas, relojes de arena, humo. Junto a estos signos de fragilidad y la presencia de la muerte que está al acecho, aparecen también instrumentos musicales, libros, pipas de fumador, como referentes del universo efímero al que se agarra el ser humano en su paso por el mundo, y que seguirán estando ahí aun después de que el individuo se haya marchado.

                Durante el Imperio Romano, cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, junto él un esclavo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana para evitar que cayese en la soberbia y para que tratase a todo los que estaban por debajo con condescendencia, porque un día podría ser él el que necesitase del perdón de los poderosos:


                -“Respice pos te! Hominen te ese memento” (¡Mira tras de ti! Acuérdate de que no eres Dios):

                Esta ceremonia religiosa se llamaba El Triunfo. La apoteosis se alcanzaba con la cabalgata por la ciudad eterna donde el general victorioso era aclamado por los ciudadanos bajo una granizada de guirnaldas y adornos. Junto a los senadores y los magistrados, desfilaba el botín capturado al enemigo transportado por los legionarios que levantaban pendones  y estandartes de hasta cuatro metros de altura con  pinturas que recreaban los detalles de la victoria. Los prisioneros de mayor grado eran también llevados a hombros sobre plataformas. En medio de la procesión, un carro de oro, tirado por cuatro caballos blancos y timoneado por el esclavo que le gritaba al general:

                -“Acuérdate de que no eres Dios”.

                Julio César celebró cuatro de estos triunfos, pero ello no impidió que fuera traicionado y asesinado. Tony Scott también paseó su nombre por las avenidas del éxito, y en esos días de gloria y felicitaciones, todo parecerían ofrendas, oropeles y conquistas.



                Estos días hemos visto a los medallistas olímpicos luciendo sus galardones colgados del cuello, y parecen que han conquistado el mundo como los emperadores de la antigua Roma. Todos se rinden a sus pies, y el aplauso, el dinero y la fama son como esa lluvia de guirnaldas que cae copiosamente por donde quiera que pisan. Pasados unos años, la gloria deportiva no resiste el óxido del tiempo y esos atletas que ahora nos han arrebatado el corazón, sólo serán un par de líneas escritas en una página de la historia, y las medallas de oro y de plata, al final sólo significarán lo único que realmente son: unos aros de metal precioso olvidados en alguna vitrina del pasado.

2 comentarios:

  1. Ocurrio a unos 45 min de mi casa.
    La oscuridad por la que pasa una persona antes de suicidarse debe de ser tremenda,el sentirse presos de la mentira, debe de ser mas doloroso que cualquier enfermedad del alma,del espiritu,o del cuerpo...sentirse sin Dios,de que los abandono!.
    Siempre oro por las personas que se suicidan o las que quieren hacerlo,me duele mucho por el momento que deben de pasar antes de morir.

    Mil bendiciones,un abrazo fuerte.

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  2. El tema del suicidio es complicado. Muy dificil comprender que lleva a una persona a ello. Incluso por experiencia se que la linea es muy delgada aún cuando uno siente el amor de Dios. La vida desde que nacemos es una batalla a conquistar, a veces contra uno mismo. No todos alcanzamos en el momento necesario la luz que nos deje un resquicio de energia y coraje para seguir viviendo. Morir es fácil, lo dificil es seguir viviendo cuando una persona se rompe por dentro.
    Un abrazo.

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