domingo, 5 de agosto de 2012

Pasos 8 y 9

¿Qué pensarían ustedes si un día, al abrir la puerta de casa, se encuentran con un amigo que lleva veinte años muerto?

O eso me habían dicho y yo me lo creí. Tanto que desde entonces oía misa todas las mañanas por él, aplicaba el rosario por su alma y tengo las rodillas que parecen un cráter de hincarme a suplicar por su salvación eterna. Y ahora lo tenía delante de mí, más guapo que nunca, con un bronceado de tenista y mirándome con una sonrisa que le daba la vuelta a la cara como si acabara de venderme un cachivache enorme y carísimo.

-¡Coño, qué bien se te ve, brother! –saludó-.

-Tú también estás mejor de lo que esperaba para llevar tanto tiempo bajo tierra.

Me temblaban las piernas y no sé cómo llegué a la cocina y me puse a preparar café para los dos. Me acordé que nunca pude llevarle flores a su tumba porque no había dejado familia que le llorase y a la que acudir para saber el número de su nicho, y además me enteré con dos meses de retraso de su “entierro”.

-La última vez que te vi te dije que tu vida iba a ser muy corta –le dije-, y ahora parezco tu hermano mayor. ¿Cuál es tu secreto?

-Dejé la bebida, mi hermano. Por eso estoy aquí: estoy en los pasos 8 y 9. Vengo a pedir perdón por lo mal que te lo hice pasar.

Le conté que me habían dicho que estaba muerto y su carcajada hizo ladrar al perro del vecino.

-¿Te acuerdas –dijo- de que cuando íbamos al colegio un denunciante anónimo te acuso de robar la cartera del profesor? Fui yo. ¿Te acuerdas de Elisa, aquella novia tuya que te volvía loco y que de la noche a la mañana perdió interés por ti? Fui yo el que te la quitó. ¿Te acuerdas las apuestas a la primitiva que jugábamos a medias y que yo administraba? El dinero me lo quedaba yo.

Siguió con una lista enorme de desagravios pendientes, y por un momento, aprovechando que para mí lleva dos décadas fallecido, el Flaco Wilson me tentó para que lo rematara allí mismo, pero me acordé de Nuestro Señor y me pregunté qué haría Él en mi caso, y no tuve más remedio que perdonarle.

-Dime una cosa, Flaco –le dije-. ¿En alguno de esos pasos dice que debes reparar el mal causado?

-Sí, en el 9, siempre y cuando al hacerlo no implique un perjuicio para ti o para mí.
-Se me ocurre una reparación ideal para estos casos.

-Tú dirás.

-Todos los días, a las siete, me vas a acompañar a misa a San Blas durante un mes.
Me miró mientras movía ligeramente la cabeza, desconcertado.

-Bueno, brother, si es a las siete de la tarde, puedo hacerte un hueco.

-Es a las siete de la mañana.

Se levantó como si una tarántula estuviera trajinándole el trasero y comenzó a mover las manos protestando. Le detuve con un gesto.

-Durante veinte años estuviste calumniándome y estafándome, y durante otros veinte recé para que te salvaras porque sabía que eras un golfo, ¿y te parece excesivo un mes de madrugón por mí? Creo que deberías volver al primer paso y comenzar de nuevo porque no estás preparado.

-¿Sabes una cosa –dijo? Tienes razón. Te acompañaré. Un mes.

Cumplió su promesa. A los treinta días, nos dimos un abrazo y me despedí de él pensando que quizás ya no volvería a verle en al menos otros veinte años. Pero al día siguiente estaba allí, arrodillándose conmigo en la consagración. Al final del oficio, en la plaza de la iglesia, confesó que aún le quedaba otra cosa por la que debía pedirme perdón.

-¿Te acuerdas de aquellas cien mil pesetas que te debía y nunca llegué a pagarte?

-Me acuerdo, Flaco, pero dalas por saldadas.
 
-¿Te acuerdas de Andrea?

-Sí, la que me trajo la noticia de tu “fallecimiento”.

-La mandé yo. Yo fui el que la convencí para que te engañara con mi muerte.

Acababa de comulgar y no estaba dispuesto a perder el control aunque lloviese al revés.

            -¿Y por qué ideaste una mentira tan gorda?

            -Porque no podía devolverte las cien mil pelas.

            -Bueno, viejo, en ese caso vas a tener que seguir madrugando para la misa hasta que el Señor quiera.





2 comentarios:

  1. Que entrada tan espectacular!!!,me he reidoooo!!!,
    que bueno,pues es hora de ir a misa y me voy con una sonrisa mas grande que de costrumbre.

    Mil bendiciones,un abrazote.

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  2. La realidad supera la ficción, bien saldada quedará la deuda si consiguió redimir un alma.

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