miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cuando no hay respuesta



“Yo era creyente, y un día dejé de hablarle (a Dios), y esperé a que dijera algo, y no hubo respuesta”.

            Esta cita de un muchacho recogida en el blog “Siete en familia”, sitúa a la perfección la postura de la juventud actual frente al misterio de la eternidad. Y, al contrario de lo que podría parecer, el análisis que hace el joven me parece que lo coloca en el centro de la cuestión.

            “Dejé de hablarle y ya no tuve respuesta de Dios”. El Señor se quedó fuera de cobertura, se cerraron los puentes y la conversación dejó de ser un camino de doble sentido, un viaje de ida y vuelta donde la fe habla y Dios responde, para acabar embarrancando en un vía muerta.

            El muchacho que expresa la idea de que Dios dejó de comunicarse, reconoce que  el primero que rompió de cuajo la línea de comunicación fue él. Le cerró las persianas y siguió viviendo como si no existiera, y el Señor, que ama profundamente la libertad humana, se dio por enterado, dejó de ofrecerse y se echó a un lado.

            Recuerdo que una vez sentí que Dios me pedía que fuera valiente e hiciera algo que me costaba horrores acometer. Me decía a mí mismo: “Dios mío, eso que me pides me da vergüenza, me cuesta mucho hacerlo”. E inmediatamente me escuché decir: “Puesto que te cuesta tanto hacerlo, más agradable le será”. Con mis propias palabras Dios respondió al miedo que me paralizaba. Ésas son las recompensas de establecer un diálogo continuo con Él, que no necesitamos de experiencias extraordinarias ni de visiones místicas para vernos transformados lentamente, que el creador siempre responde a nuestras inquietudes, que aparta la maleza del camino para que avancemos más seguros. Si prestamos atención, le escucharemos, porque Dios siempre habla, pero lo hace muy bajito, no es de los que dan puñetazos en la mesa ni de los que se hacen entender dando voces. Debemos primero hacer el silencio exterior para oírle en la soledad interior.

            Las personas que pierden el contacto con Dios desde el momento en que dejan de hablarle, sin embargo se refugian en infinidad de cachivaches tecnológicos para que el ruido y la algarabía pongan sordina en la voz de su conciencia. Emepetrés, bluetooth, el wasap, internet, la comunicación vía móvil, el escuchar a tope la emisora favorita, hacer botellón o asistir a macroconciertos, son los sucedáneos engañosos con lo que los jóvenes de hoy tratan de hacer callar la voz de Dios que siempre está dispuesto a devolvernos el saludo en cuanto desenchufemos tanto cacharro ruidoso y hagamos un poco de silencio en nuestra conciencia.

3 comentarios:

  1. Cuando tengo conversaciones con mi hijo de 18 y le hablo de Dios,de porque pasan las cosas el me contesta...para El todo es facil,El es Dios.
    Le contesto facil??? tu crees que fue facil morir por todos en una cruz?
    Mi hijos aman al Senor, pero algunas veces no entienden el porque de las cosas...a veces me pasa tambien.

    Bendiciones Hermano Saulo.

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  2. Hermano Saulo,una preguntica...Se esta cansando de escribir en el blog? pues lo veo que esta copy and paste, y asi no se le ven tan bonitos sus escritos,se le nota cansado talvez?
    Ojala y no...sigalo haciendo con el mismo Amor de antes,somos muchos los que lo leemos,asi seamos pocos los que opinemos.

    Un inmenso abrazo y mil bendiciones.

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  3. Gracias por tu preocupación. Y, en efecto, estas semanas estoy bastante regular de salud con continuas visitas al hospital. Y aunque los textos no tengan la misma chispa, el amor que pongo en ellos es el mismo, sobretodo cuando te cuesta más escribir porque te duele todo.
    Gracias de nuevo.

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